Todas las áreas de la vida suponen crisis, la vida es crisis, y el turismo que agrupa a muchas áreas (política, economía, educación, tecnología, etc.) es un foco crítico de crecimiento exponencial. Además, sumemos el hecho de que el turismo se gesta por, en y para las personas (los sujetos vivimos generando crisis) y encima, por lo general estas personas habitan lugares diferentes, profesan religiones muy distintas y hablan otro idioma. Y a esto le podemos agregar el hecho de que muchas veces las políticas de los diferentes estados limitan la libre circulación de ciertos países por su territorio, frustrando más de un viaje.
El turismo es conflicto permanente y reconocerlo es lo que nos permitirá estar mejor preparados, ser prevenidos y más tolerantes. Esconder los problemas debajo de la alfombra solo nos volverá más vulnerables, necios y crédulos. Quien reconoce la crisis, la atraviesa, aprende, madura, se vuelve mejor persona.
Este mito es similar a la creencia de que en el turismo todo es ocio y recreación. Y el turismo como cualquier otra arena política es un espacio de conflicto social permanente. Los sujetos están de manera permanente en competencia y desacuerdo. El conflicto de intereses es constante.
No se deben evitar las crisis
Las crisis son naturales e inevitables a la naturaleza humana. Ya sea que seamos parte del mundo del turismo o de cualquier otro ambiente en el que tengamos vínculos con otras personas, siempre estaremos propensos a generar o ser afectados por crisis. Además, las crisis son necesarias para madurar como personas y como organizaciones.
Vida es sinónimo de crisis, con todo lo bueno y lo malo que ello implica; por ende, las crisis se previenen y se atraviesan, no se evitan ni se vencen. Por ello, se debe desconfiar de las campañas y maniobras que pregonan soluciones para dominar y aniquilar crisis.
Miguel Ledhesma
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