Llevamos años en los que todo está a punto de cambiar para siembre. Cada dos minutos aparece un estiloso usuario de Wordpress buscando un hueco donde convertirse en prescriptor de tendencias turísticas. Y sin embargo… El periodismo de viajes sigue siendo necesario. Y estos son los porqués.
Porque el mundo es finito y está a un clic en Google Earth, pero el ser humano es capaz de reinventar sus espacios y sus placeres prácticamente cada año para combatir la lluvia de estímulos unidireccionales de la pantalla de un iPad. Y ahí tiene que estar el periodista para contarlo, para desgranarlo y filtrarlo. Para saber cuándo un discurso es cierto o solo tiene verosimilitud en un folleto informativo o en un anuncio facilón en Youtube. Porque el paraíso no es una marca registrada ni el sello de calidad de nada, más bien un piropo barato y recurrente que solo se desnuda con el trabajo de campo, manchándose hasta las orejas porque ahí es donde está la verdadera verdad.
Pero también hay futuro para ese impulso por buscar la aventura, por encontrar nuevos lugares o darle el valor real a barrios y valles que no sabían que eran guapos. Lugares injustamente olvidados por los mapas turísticosque poco a poco se convierten en el mayor atractivo de una región. Y eso no lo deciden tres tecnócratas sobre el mantel de una copiosa comida. Si por ellos fuera, Williamsburg, el Tíbet o Kreuzberg seguirían siendo territorio vedado para el viajero común.
Esto lo deciden los objetivos de fotógrafos inquietos y las anotaciones valientes de periodistas que saben cruzar la frontera y no hacer de ello un acontecimiento. Más bien un acto heroico de normalidad con el que ceder todo el mérito a estos sitios y no a la prosa que los describe ni a la anécdota que los precede.
Y luego está el momento de transformarlo todo para seguir ilusionando. En coger los ingredientes de la realidad vivida y darles forma de manera de que no todo sea la enésima descripción de la Torre Eiffel. Sí, puede que se abusen de listas y rankings o que las afirmaciones tajantes acaben hiperbolizando todo. Pero, ¿acaso sería mentir decir que aquel trozo de piedra era el más triste del mundo? Lo fue durante esos segundos en los que un descubrimiento cala hasta los huesos y se inmortaliza en más de tres dimensiones. Y ese momento que erizó la piel también es patrimonio de un lugar, no lo olvide, y la prosa poética a veces es el único vehículo para contar estas explosiones.
Por eso el periodista se tambalea entre la literatura y el dato necesario, entre lo wikipédico y lo Kapuscinski y en esos malabarismos sigue evolucionando la profesión. Es decir, selección y explicación, experiencia y juicio; por eso el mejor periodista siempre será el que pueda comparar un colchón con otros mil colchones o una calle con otros mil neones.
Por supuesto hay soledad en todo ese camino, pero es más dura la que plantea un folio en blanco que la que impera en un hotel extranjero deshumanizado. Entonces la estética se convierte en casi una religión, en la mejor compañera para seguir inspirando y, sobre todo, recordando que lejos de casa el mundo –también- sigue siendo un lugar maravilloso.
El regreso y la ducha fría para las emociones forma parte del trabajo. El periodismo de viajes no va de la cultura en otros sitios, para eso están los corresponsales. Va de vestirse con los ojos de la sociedad para la que se escribe y mirar con esas pupilas otras realidades lejanas. Para ello el primer viaje y el más importante es siempre la propia ciudad donde se vive: conocer sus gustos, tendencias y aspiraciones. Saber lo que tu compatriota puede buscar fuera y encontrarlo para él. Entender qué es lo que puede motivar una decisión vacacional y mostrárselo sin excepciones. Al fin y al cabo, ayudar a completar con lugares su eterna búsqueda de la felicidad sin prometer resultados, solo emociones.
Y en este proceso tan humano, tan empatizador y estimulante que es el viaje, el periodismo y el periodista –de una manera u otra- siempre será el mejor compañero de viaje. O por lo menos, el primer inspirador, el que da el empujoncito, el que revela oasis y alimenta el gusanillo de salir afuera para someterse a nuevos vientos.
Por eso nos queda aún mucho trabajo por hacer. Por eso nos seguiremos leyendo.
Javier Zori del Amo
Comentários