Hipocresía turística: imposible un turismo sostenible en un mundo insostenible
- Foro Periodismo Turístico

- 13 ago
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Actualizado: 14 ago
Hablar de turismo sostenible mientras el resto de la vida no lo es resulta, como mínimo, una incoherencia. El turismo forma parte de las mismas dinámicas económicas, sociales y ambientales que rigen el día a día, y no puede desligarse de ellas.
No existe un “turismo verde” real en un contexto de consumo desmedido, desigualdad creciente y deterioro ambiental global. Cuidar un área protegida para la foto mientras se destruyen ecosistemas en otros rincones del planeta es un espejismo que confunde más de lo que soluciona.
La sostenibilidad no se limita a ajustar la huella de carbono de un viaje o reducir el uso de plásticos en un hotel. Implica replantear la forma en que producimos, consumimos y nos relacionamos con el entorno. Sin una transformación profunda en la manera de vivir, cualquier intento por “hacer sostenible” al turismo será un parche más en un sistema que sigue avanzando hacia el colapso.
La conclusión es incómoda pero inevitable: el turismo será sostenible solo cuando la vida lo sea. Y mientras no asumamos esta verdad, seguiremos viajando sobre un terreno frágil, creyendo que cuidamos lo que en realidad seguimos desgastando.
Aquí te propongo un apartado para integrar en la nota y que responda a cómo podríamos lograr una vida sostenible, manteniendo un tono periodístico:
Cómo acercarnos a una vida sostenible
Al pensar en sostenibilidad, la mirada suele centrarse en cambios tecnológicos o medidas aisladas, pero la verdadera transformación comienza en la cultura de vida. Una existencia sostenible requiere replantear la relación con los recursos, priorizando el uso responsable, el consumo consciente y la reducción de residuos desde el origen.
Implica también apostar por economías locales y circulares, donde los productos y servicios se generen y consuman en cercanía, disminuyendo el transporte innecesario y fortaleciendo a las comunidades. La energía debe provenir de fuentes renovables y el diseño de ciudades y hogares ha de orientarse hacia la eficiencia y el bajo impacto ambiental.
En el plano social, una vida sostenible demanda equidad: acceso justo a oportunidades, respeto por la diversidad cultural y participación ciudadana en las decisiones que afectan al entorno. Sin justicia social, la sostenibilidad se convierte en un privilegio y no en un derecho.
En definitiva, lograr una vida sostenible no es un acto individual aislado, sino un compromiso colectivo que atraviesa desde las políticas públicas hasta los hábitos cotidianos. Solo con esta base el turismo, y cualquier otra actividad humana, podrá sostenerse sin devorar el futuro que dice proteger.
Miguel Ledhesma





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