La gran desilusión digital: por qué tantos influencers están abandonando las redes y reinsertándose en empleos estables
- Foro Periodismo Turístico
- hace 6 minutos
- 4 Min. de lectura
En los últimos meses se ha gestado una tendencia silenciosa, aunque significativa: creadores de contenido con miles, o incluso millones, de seguidores, marcas colaboradoras y una cuidada presencia online están optando por dejar atrás el rol de “influencer” para volver a trabajos tradicionales, empleos formales o proyectos con ingresos más previsibles. Lo que hace unos años parecía una apuesta firme al futuro hoy comienza a percibirse como una fuente incierta y volátil.
Este giro no es anecdótico ni local. Se trata de un fenómeno que se repite en Europa y América, motivado por una combinación de factores estructurales: caída de ingresos, precariedad de la monetización, algoritmos implacables, disminución del poder de las redes y, sobre todo, la constatación de que visibilidad no es igual a estabilidad.
La ficción del éxito fácil
Cuando las redes sociales se consolidaron como espacios de creación de contenido, se habló mucho de libertad, de ser tu propio jefe, de trabajar desde cualquier lugar. “Constancia + autenticidad + reels virales” era la fórmula mágica. Pero la realidad terminó mostrando otra cara.
Un relevamiento publicado en Infobae revela que muchos creadores que parecían vivir bien de las redes no lo hacen. A pesar de tener grandes audiencias, los ingresos resultan “mucho más precarios de lo que la gente imagina.” El artículo destaca que “requiere una producción constante de publicaciones atractivas para no perder el impulso” y que, a diferencia de un empleo formal, los creadores carecen de prestaciones como seguro médico, vacaciones pagadas o estabilidad.
El problema se profundiza cuando las plataformas cambian sus reglas o recortan sus fondos de monetización. Xataka, por ejemplo, documentó cómo TikTok y otras redes cerraron sus fondos de pago hacia creadores, lo que afectó directamente a quienes dependían de vistas y propinas como fuente principal de ingreso.
Un caso paradigmático: un creador de TikTok con casi 3 millones de seguidores relató que ganó entre 200 USD y 400 USD por cada millón de vistas en 2022, pero que para 2023 sus ingresos cayeron drásticamente: le pagaron apenas 120 USD por un video con 10 millones de vistas.
Así, muchos descubren que aunque los “likes” y los seguidores son abundantes, eso no paga el alquiler.
Del algoritmo al engaño estructural
El ascenso de los influencers se apoyó fuertemente en algoritmos que premiaban constancia, novedad y viralidad. Pero ese mismo sistema, cambiante e impredecible, se ha vuelto una trampa.
Un análisis de 2025 titulado La crisis de los creadores de contenido sostiene que un 61 % de los creadores afirma que hoy es más difícil captar la atención de sus seguidores que hace cinco años, y que para un 52 % construir una comunidad estable es más complicado.
El mismo informe denuncia un fenómeno que ya muchos conocen: “prisioneros del algoritmo”. Según los datos, un 66 % de los creadores reconoce que la presión del algoritmo afecta lo que crean, y un 62 % afirma que limita su libertad para explorar sus pasiones.
En este contexto, la producción constante, publicar cuatro o cinco veces por semana, se convierte en una obligación creativa, un desgaste emocional, y muchas veces termina generando burnout.
La “economía de los creadores” ya no alcanza
Aunque la industria de creadores de contenido sigue creciendo, y se proyecta que su valor global aumente en los próximos años, eso no implica que todos sus participantes logren un ingreso digno. Un artículo de Forbes de 2025 advierte que la economía de los creadores está entrando en una nueva fase: ya no basta con producir para la atención; ahora es necesario convertir esa atención en propiedad real, en activos: productos, licencias, marca registrada, franquicias, etc.
Quienes no logran esa transición se enfrentan al abismo: visibilidad sin ingresos consistentes, inseguridad económica y la necesidad de repensar su futuro profesional.
Este contexto ha impulsado a muchos creadores a retomar trabajos más tradicionales, con salarios fijos, prestaciones y, sobre todo, certeza.
Un fenómeno global
Aunque los medios suelen enfocarse en grandes estrellas, el movimiento de “desengaño digital” también afecta a creadores medianos o nicho, tanto en Europa como en América Latina.
Por ejemplo, en España varios grandes creadores que dominaron TikTok o Twitch han reducido su actividad, migrado a YouTube o incluso abandonado por completo las redes. Un artículo reciente señala que la disminución de popularidad de Twitch y la presión de la producción constante han servido de disparador.
En Latinoamérica, estudios como el de la Universidad de San Andrés indican que sólo entre el 1 % y el 4 % de quienes crean contenido logran monetizar de forma sostenible.
Así, muchos perfiles con seguidores, colaboraciones puntuales y contenido cuidado están optando por “reinventarse”: buscar empleos estables, reconvertir sus habilidades en oficios tradicionales, o combinar las redes con emprendimientos reales.
¿Qué los motiva a dar ese paso atrás?
Incertidumbre financiera: los ingresos publicitarios o por colaboraciones ya no son garantía de estabilidad.
Volatilidad de las plataformas: cambios en algoritmos, políticas de monetización, nuevas reglas.
Ausencia de beneficios laborales: sin seguridad social, ahorros, vacaciones, estabilidad.
Burnout creativo: la presión por producir constantemente desgaste emocional.
Desconexión entre visibilidad y valor real: muchos seguidores no se traducen en ingresos tangibles.
Búsqueda de seguridad y coherencia: un salario, un contrato, un plan a futuro.
Hacia dónde va la economía de creadores
La crisis reciente marca el fin de un ciclo: del boom de la “economía de la atención”, estamos transitando hacia una “economía de la pertenencia y la propiedad”: la atención ya no basta, ahora lo que cuenta es tener un modelo de negocio sostenible, una marca personal robusta, activos propios, comunidad fiel, diversificación de ingresos.
Para muchos creadores, incluso los que consiguieron gran alcance, eso significa aceptar que ser “influencer full time” ya no es un proyecto de vida viable.
Por eso, entre bastidores, se está dando un movimiento de retorno: a empleos tradicionales, a trabajos estables, a proyectos con estructura y sostenibilidad.
No es una “migración silenciosa”: es una redefinición radical del papel del creador en la economía digital.


