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¿Quién dijo que el turismo es una industria sin chimeneas?

El turismo no es una industria


“Hablar de industria implica pensar en producto, en procesos, en maquinaria y el turismo es una actividad puramente social vinculada a la interacción entre los sujetos. Y si se quisiera poner el énfasis en el plano comercial del turismo, se tendría que hablar principalmente de servicios” (Ledesma, 2016:19). Claramente, si pensáramos en el turismo como un mero ámbito económico lo posicionaríamos en el sector terciario (servicios) y no en el primario (materias primas) ni el secundario (industria). Por ello, es un doble error hablar del turismo como industria.


Esta es una concepción mecanicista del siglo pasado que favoreció el mal uso de esta palabra. Si hoy colocamos en Google el término Industria del Turismo nos encontraremos con más de 45 millones de resultados. Y si le sumamos a esto la cantidad de veces que aparece esta frase en las aulas y los libros de las universidades, más la cantidad de veces que se replica en los diferentes medios de comunicación, no pararemos de contar.


Pero insisto, el principal motivo por el que no se puede hablar de industria en el caso del turismo, es porque el turismo está conformado por sujetos y todo lo que ello implica, y la industria responde principalmente a máquinas, procesos automáticos y piezas. “El amor hacia el dinero que profesa el hombre moderno, en detrimento de otras pasiones, nutre la estabilidad de un orden colectivo en el que la actuación de los individuos es previsible, constante y transparente” (Sánchez,

2003:39).


El turismo no es una industria sin chimeneas


“Se incurre en un doble error cuando se hace referencia al turismo como industria y además, se lo pretende “sin chimeneas”. Esta apreciación surge para denotar que, a diferencia de muchos otros sistemas con componentes económicos, el turismo no contamina, y eso es una gran falsedad. El turismo puede ser perjudicial no únicamente para el medioambiente sino que para el patrimonio, las comunidades locales, etc. Además, no se puede imaginar al turismo sin pensar que donde sea que se practique no pueda haber una mínima influencia sobre el entorno” (Ledhesma, 2016:20)


Para llevar a adelante la práctica turística, por lo general el hombre utiliza un medio de transporte y también construye rutas y aeropuertos. Para que ese hombre pueda descansar en el nuevo destino, otros hombres edifican hoteles. Luego se trazan caminos para que el turista visite los atractivos naturales y culturales. Y se ofrecen servicios gastronómicos, de compras y entretenimiento varios. Y mientras más turistas lleguen al nuevo destino, más medios de transporte, rutas, hoteles, caminos y servicios habrá. En todo ese circuito sintetizado suele darse: la tala de árboles, liberación de dióxido de carbono, arrojo de desechos, alteración de la fauna y flora del lugar, cambio en la temperatura de las aguas, etc.


No se trata de tener una visión apocalíptica del turismo pero sí de ser más conscientes a la hora de intervenir en el medio en pos del turismo. El turismo mal planificado es malo, el turismo no planificado también es malo, el turismo planificado puede ser menos malo. Pensar en industria sin chimeneas es tener una visión del turismo mecanicista y además ingenua.

Miguel Ledhesma

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