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Recorrido por el Cementerio General de Costa Rica

Quizá hemos escuchado la expresión “del más allá”. De acuerdo con su connotación religiosa, dicha expresión se refiere a la vida después de la muerte, creencia que se ha encontrado diversas manifestaciones en diferentes culturas, como por ejemplo, el de enterrar a las personas con objetos que van a necesitar en su “otra vida“.


Isabel Allende, escritora chilena con estudios en periodismo, escribió: “La muerte no existe, la gente solo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.”


Al visitar el Cementerio General de Costa Rica sentí algo similar. Sentí que lo que hagamos acá en la tierra es lo que va a quedar en la mente, y quisiera decir en el corazón de quienes nos conocieron, sin importar cómo: a través de un libro, una pintura, por un breve instante, o, desde siempre. Lo que pase después de la muerte, es un misterio, al menos para mis ojos.


Es administrado por la Junta de Protección Social (JPS), está ubicado junto a la avenida 10, calle 22 en San José. Fue creado en 1845, asentado en el lugar actual desde 1862, y fue declarado Patrimonio Histórico y Arquitectónico de Costa Rica desde el año 2000. ”El Cementerio General, cuenta con bóvedas entre las que destacan importantes científicos, educadores, políticos, arquitectos, ciudadanos ilustres, escritores, músicos, compositores, pintores y escultores”.



Al entrar al Cementerio fui hacia el mausoleo de León Cortés Castro, el cual había visto desde afuera. León Cortés fue presidente de Costa Rica de 1936 a 1940. Entre muchas cosas durante su gobierno se construyó el Aeropuerto del Parque La Sabana en donde hoy hay una estatua en su memoria y el edificio del Aeropuerto es el Museo de Arte Costarricense.


Cerca de la tumba de León Cortés está “La Pirámide”, obra situada en el panteón de la familia Jiménez Bonnefil, donde descansan los restos del ingeniero Lesmes Jiménez Bonnefil quien nació en 1860 y murió en 1917. Estudió en Europa, graduándose como ingeniero en construcciones civiles y mecánicas en Bélgica. De regreso a Costa Rica, fue nombrado director de Obras Públicas, puesto que desempeñó sin recibir retribución económica y en el cual desarrolló múltiples labores de su especialidad. Diseñó el Parque Central de San José que se construyó en 1885, no como se conoce hoy, también la Iglesia La Merced y se le atribuyen los mausoleos de las familias Bonnefil, Quirós Odio y Peralta, entre otras obras.



Otra tumba que llama mucho la atención cuando caminas por el Cementerio y que se menciona casi siempre en los escritos sobre el Cementerio General, es la tumba de la familia Amerling Otoya. Surgieron muchas leyendas alrededor de este mausoleo y popularmente lo llaman “la tumba de la novia”. Una de esas leyendas es que ahí yace una novia que murió segundos antes de casarse.



Ciertamente, alrededor de este mausoleo siempre rondó el amor, y la historia de Luisa Otoya deja ver en sus orígenes algo que sucede hace mucho en Costa Rica hasta la fecha y es la migración hacia nuestro país. Luisa nació en 1857 del matrimonio entre su madre alemana Magdalena Ernst y su padre Francisco Otoya, un economista peruano que vivía en nuestro país y fue quien donó los terrenos para la construcción del Parque Zoológico Simón Bolívar y a quien debe su nombre el barrio Otoya.


Años después, Antonio Amerling Capitelo, viajó en barco cruzando el océano Atlántico para construir un imperio agrícola en Costa Rica, sembrando frutas y verduras para venderlas luego en Europa. Al igual que Luisa, tenía dinero y en ese entonces, tampoco había encontrado el amor, hasta que ambos se cruzaron y se casaron en 1875. Durante todo el resto de su vida, Antonio llamó a Luisa “el amor de mi vida”.


Luego del nacimiento de su único hijo, Luisa enfermó y Antonio se la llevó a Alemania, pero a pesar de todos los esfuerzos, murió en Italia. Antonio quería honrar su belleza. En ese momento estaba en Europa uno de los mejores escultores de América Latina, el venezolano Eloy Palacios y don Antonio le encargó la tarea de hacer en mármol una imagen de su esposa dormida sobre la cama.

Palacios lo hizo y la obra fue trasladada en barco hasta Costa Rica, donde fue colocada en el Cementerio General, en una réplica del Partenón de Grecia que Antonio construyó para tal fin, ya que el Partenón está dedicado a la diosa griega Atenea. En 1919, Antonio Amerling murió. Su cuerpo fue colocado a la par de su amada Luisa y permanecen juntos por siempre.



Continuando mi recorrido, vi la tumba de dos grandes escritores costarricenses Aquileo J. Echeverría y muy amablemente don Rodolfo, uno de los oficiales que cuidan el Cementerio, al ver mi Interés, me llevó a la tumba de Carmen Lyra. Y no me entiendan mal, me alegró verlas porque me traen muchos recuerdos sus poemas y cuentos.


Aquileo, nació en mayo de 1866 en Costa Rica y murió en marzo de 1909 en Barcelona. Fue y sigue siendo un poeta costarricense que aunque su obra se sitúa principalmente dentro del costumbrismo campesino, gracias a su amistad con el poeta nicaragüense Rubén Darío, tiene clara influencia del Modernismo. Son obra suya los poemarios Romances (1903) y Concherías (1905), en el que emplea el lenguaje de los "conchos" o campesinos de Costa Rica. También escribió cuentos. En “El amanecer campestre”, dedicado al obispo de Costa Rica Juan Stork, se reafirma como cristiano y termina así: “para esas gentes que tienen, sano el cuerpo y limpia el alma, en el cielo todo brilla, y en la tierra todo canta.”


Por su parte, Carmen Lyra fue una escritora y educadora, dirigente política. El 23 de julio de 1976 fue declarada por la Asamblea Legislativa, en forma unánime, Benemérita de la Cultura Nacional.


María Isabel Carvajal, conocida como Carmen Lyra, nació en San José el 15 de enero de 1888 y murió el 14 de mayo de 1949 en México. Un extracto de lo que escribió a manera de prólogo en su obra “En una silla de ruedas" (1918) dice así: “Una inteligente amiga mía, una doctora en medicina a quien di a leer mi novela, me hizo una crítica que encuentro muy atinada: me decía que yo trataba solo el lado sentimental del conflicto, que no me había atrevido a bajar al infierno que se desarrolla dentro de un ser humano mutilado por la parálisis.”


Seguí caminando y me detuve en la tumba de José María Castro Madriz y Pacífica Fernández de Castro, un claro ejemplo de arte escultórico, presente a lo largo de todo el Cementerio General, en el que se han utilizado materiales como bronce, mármol y piedra. José María Castro Madriz nació en 1818 y murió en 1892 en San José. Fue el último Jefe de Estado y primer presidente de Costa Rica. Se preocupó mucho por la educación.



A inicios de su primera administración fundó la Escuela Normal para varones, bajo la tutela de la Universidad de Santo Tomás, y también el primer Liceo de Niñas con carácter de Escuela Normal, primer centro destinado a la educación de la mujer. En 1849 emitió el primer Reglamento Orgánico de Instrucción Primaria que dictaba que las escuelas fueran gratuitas y estuvieran a cargo tanto del Gobierno como de las Municipalidades.


Juana Pacífica Luisa de los Ángeles Fernández Oreamuno, nació en San José el 23 de agosto de 1828 y murió el 31 de marzo de 1885 en San José. Pacífica Fernández, fue hija de Manuel Fernández Chacón (Jefe de Estado de Costa Rica en 1835), y Dolores Oreamuno Muñoz de la Trinidad, quienes también fueron padres del Presidente de Costa Rica Próspero Fernández Oreamuno. El 29 de junio, Pacífica se casó con José María Castro Madriz, a quien mencionábamos anteriormente. Fue reconocida como la Primera Dama más joven de Costa Rica, ya que solamente tenía 18 años cuando su esposo llegó por primera vez al poder. Pacífica, diseñó la bandera del país inspirándose en la francesa, pero indicó: “Francia recibió la civilización del sur, fueron los rayos perfectamente verticales, por eso los colores de su bandera corren en el mismo sentido. En Costa Rica no sucede lo mismo; debemos poner las franjas horizontales, como nos vienen los rayos.”


Otra tumba que me llamó mucho la atención, fue la de José Rafael de Gallegos, primer Jefe de Estado de Costa Rica. Una tumba sencilla que levemente muestra las inclemencias del tiempo.

José Rafael de Gallegos, Nació en Cartago el 31 de octubre de 1784. Falleció en San José, el 14 de agosto de 1850.



Durante el gobierno de Juan Mora Fernández, fue Vicejefe de Estado y durante siete ocasiones desempeñó el poder de forma interina. Resultó electo Jefe de Estado en 1833 y sus principales logros fueron: la declaratoria de la Ley de Ambulancia en 1834, la promoción del cultivo del tabaco y cooperó con la casa de enseñanza de Santo Tomás.


En el Cementerio General también se pueden encontrar las tumbas de aproximadamente 18 expresidentes más de los que hemos mencionado: Cleto González Víquez, Juan Rafael Mora Porras, Juan Mora Fernández, Santos León Herrera, Vicente Herrera Zeledón, Ricardo Jiménez Oreamuno, Próspero Fernández Oreamuno, Rafael Iglesias Castro, Bruno Carranza Ramírez, Francisco Orlich Bolmarcich, Carlos Durán Cartín, Francisco Aguilar Barquero, Julio Acosta García, Daniel Oduber Quirós, Rafael Ángel Calderón Guardia, Bernardo Soto Alfaro, Federico Tinoco Granados. El Cementerio General es el más grande del país, tiene 9 hectáreas y además de las tumbas de los expresidentes que mencionamos, se pueden encontrar aproximadamente 18 mausoleos, 15 profesores, 13 escritores, 8 músicos y compositores, familias ilustres, que contribuyeron a forjar junto a ellos Costa Rica.


Imagino cuando Pacífica Fernández estaba diseñando la bandera bajo los principios de libertad, Igualdad y fraternidad que se proclamaron en la revolución francesa, pero con la forma en como iluminan los rayos del sol de Costa Rica en su mente.


La verdad, no creí que al estar en un cementerio, iba a pensar tanto en la vida, a través de la obra de quienes se encuentran allí ahora, incluso parte de mi familia. Cada uno de ellos está en mí, porque ellos son mi historia; y en parte por su legado, amo tanto a mi país y aprecio tanto la educación que además me permitió conocerlos profundamente. Soy sincera. No anduve por todo el Cementerio General, quiero volver, y espero que tal como ahora, nuevamente me acompañen a recorrerlo.

Mónica Jiménez Campos


Un agradecimiento muy especial a la señora Licda. Elizabeth Badilla Calderón, MSc., coordinadora de la Unidad de Comunicación, Junta Directiva, de la Junta de Protección Social. A la señora Milady, a don Rodolfo y a don José.


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