El parasitismo de marca y el arte de aprovecharse del esfuerzo ajeno
- Foro Periodismo Turístico

- 11 sept
- 2 Min. de lectura
En la naturaleza, los parásitos sobreviven gracias al cuerpo de otros organismos. Obtienen energía, refugio o alimento sin dar nada a cambio. Ese mismo comportamiento, trasladado al mundo de las relaciones humanas y del marketing, recibe un nombre cada vez más frecuente: parasitismo de marca.
Se trata de aquellas personas o empresas que, en lugar de construir su propia identidad y generar valor auténtico, prefieren colgarse de lo que otros hacen. Se apropian de logros, imitan estilos o se muestran como protagonistas de eventos y proyectos que no les pertenecen.
Parasitismo de marca: un atajo riesgoso
En marketing turístico y en muchas otras industrias, el parasitismo de marca se observa cuando alguien se hace pasar por organizador, patrocinador o creador de una iniciativa ajena. El caso clásico es el ambush marketing (o marketing de emboscada), en el que una empresa busca obtener visibilidad en un evento sin haber invertido ni colaborado oficialmente con él.
Si bien esta práctica puede generar exposición momentánea, también mina la credibilidad a largo plazo. Tarde o temprano, la audiencia descubre la mentira y el supuesto prestigio se convierte en desconfianza.
Parasitismo social: vivir a expensas de los demás
Más allá del marketing, existe un parasitismo cotidiano en la vida social y profesional. Son las personas que se presentan con logros que no son suyos, que solo aparecen en las fotos cuando todo está listo, o que se dedican a “surfear” la ola de otros sin aportar nada.
Estos perfiles suelen compartir características comunes:
Ansia de reconocimiento sin esfuerzo propio.
Capacidad de imitar y apropiarse de ideas ajenas.
Habilidad para manipular percepciones en redes sociales y entornos profesionales.
El resultado es una imagen pública frágil, sostenida en la mentira o en el silencio cómplice de quienes no los confrontan.
El contraste con la cooperación genuina
Vale aclarar que el parasitismo no es lo mismo que la colaboración. La cooperación genuina implica sumar esfuerzos, reconocer aportes y construir juntos. El parásito, en cambio, se nutre sin dar nada a cambio, y por eso genera rechazo en el tiempo.
Por qué hablar de esto
En un mundo cada vez más conectado, donde la visibilidad se confunde con autoridad, es importante reconocer estas prácticas y denunciarlas. No solo por ética, sino porque la sostenibilidad de cualquier sector, desde el turismo hasta la cultura, depende de quienes construyen de verdad, no de quienes se cuelgan del esfuerzo ajeno.
El parasitismo de marca y el parasitismo social son espejismos de éxito. Pueden brillar por un instante, pero nunca echan raíces. Y en un mundo que premia la autenticidad, el verdadero poder está en crear, no en apropiarse.





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