La crisis social de la que nadie habla en Costa Rica
- Foro Periodismo Turístico
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Costa Rica suele aparecer en los rankings internacionales como un destino paradisíaco, un país verde, democrático y con altos índices de felicidad. Sin embargo, detrás de las postales que se venden al turismo internacional late una realidad poco contada: la crisis social de quienes sostienen al sistema y conviven con las desigualdades que este mismo modelo profundiza.
Cuando la temporada baja se convierte en ayuno
En la costa pacífica, donde los hoteles y hostales florecen con el arribo de visitantes europeos y estadounidenses, la temporada baja golpea de manera silenciosa. Camareros, mucamas y guías turísticos ven reducidas sus horas de trabajo y, con ellas, sus ingresos.
“Hay semanas en las que solo me llaman dos veces. Con lo que gano en esos días tengo que estirar para la comida de toda la familia. A veces no alcanza, y ayunamos sin que los niños se den cuenta”, confiesa María, empleada de limpieza en un hotel boutique de Manuel Antonio.
La imagen del país como “paraíso sin ejército” contrasta con la vulnerabilidad de quienes dependen de un salario mínimo que apenas cubre el costo de la canasta básica.
Salud: la fila de los locales contra la prioridad del extranjero
El turismo médico se promociona como una de las joyas del modelo costarricense. Un extranjero puede acceder a una cirugía o a una consulta en cuestión de días, siempre y cuando pueda pagar tarifas que multiplican por diez el precio local. Mientras tanto, los costarricenses esperan meses, o incluso años, para recibir atención especializada en el sistema de la Caja Costarricense de Seguro Social.
“Me dieron cita para dentro de ocho meses con el ortopedista. A un canadiense que estaba en la sala lo atendieron en tres días porque iba a pagar privado. Nos dicen que es lo normal, pero duele ver cómo valen más ellos que nosotros en nuestra propia tierra”, relata Jorge, taxista de San José.
Vivienda y territorio: playas exclusivas y alquileres impagables
Otro fenómeno se vive en las comunidades costeras: el avance de extranjeros que compran propiedades frente al mar para instalarlas como casas vacacionales. Lo que antes eran barrios tradicionales se transformó en zonas de lujo con alquileres dolarizados.
“Mi abuela nació en este pueblo, pero yo ya no puedo alquilar aquí. Todo está en dólares. Nos están sacando poco a poco de nuestras propias playas”, comenta Carolina, joven de Tamarindo que ahora viaja una hora diaria para trabajar como mesera en un restaurante turístico.
Un país partido en dos realidades
La “marca país” muestra bosques, volcanes y playas que seducen a turistas del primer mundo. Pero los testimonios locales revelan una fractura social profunda: la de un país que recibe al visitante con sonrisas y altos precios, mientras sus ciudadanos sobreviven con sueldos bajos, esperas interminables y un costo de vida cada vez más elevado.
El turismo, motor de la economía nacional, se ha convertido también en un espejo incómodo: refleja con claridad las desigualdades entre quienes pueden pagar y quienes apenas resisten.
El reto pendiente es encontrar un modelo que no solo venda experiencias al extranjero, sino que garantice justicia y bienestar a quienes hacen posible que Costa Rica sea reconocida como un destino mundial.
Miguel Ledhesma
