Villa Gesell, ciudad situada en la costa de la provincia de Buenos Aires, Argentina, es considerada un destino de sol y playa con una temporada intensa, durante la cual millones de personas la eligen para sus vacaciones.
En esos meses, “estallan” las actividades culturales: encontramos artistas callejeros, artesanos independientes en sus talleres, en las calles, en sus paseos, propuestas municipales en distintos lugares del distrito, circo, títeres, stand up.
Y en cada plaza, cada espacio, cada escenario, en el bosque, en la Casa de la Cultura, en Mar Azul, hay actividad artística, lo que convierte al distrito en una feria a cielo abierto, en una mega exposición al aire libre.
En otoño, cambia la modalidad: los talleres municipales ofrecen capacitación. Más de mil personas, año a año, pasan formándose por los centros culturales municipales; y las instituciones como la escuela de cerámica, la orquesta de mayores, la orquesta de menores, entre otras, ofrecen un abanico de posibilidades en todas las ramas del arte.
Muchos artesanos toman este tiempo para producir lejos del ajetreo del verano. A pesar de esa actividad, no es común hablar de Villa Gesell como ciudad cultural, pero pienso que lo es.
¿Cuáles son los factores que hacen que pueda ser considerada de esa manera? ¿Será el entorno privilegiado que hace que escritores, pintores, muralistas, escultores, ceramistas y músicos se sientan atraídos a vivir y crear cerca del mar, la playa y el bosque, rodeados de tanta naturaleza? ¿Será que sus calles, diseñadas siguiendo las formas de los médanos con el bosque a orillas del mar, producen esa atracción que ha hecho crecer la densidad poblacional de amantes del arte, como sucede en muy pocos lugares? ¿Será la mixtura de la historia y el espíritu de libertad del fundador, unido a la mística que despierta saber que este lugar en los años 60 y 70, cuando recién asomaba como destino, fue la meca de los jóvenes hippies que buscaban paz, libertad y naturaleza, unidos a la impronta de la personalidad de Carlos Gesell, fundador de la ciudad, que lo llevó a poner en marcha un proyecto de vida también con la impronta de la libertad en contacto con la naturaleza buscando una vida no convencional? Ese Carlos Gesell, que algunos llaman el domador de médanos, de espíritu audaz y emprendedor, aquel que se propuso dominar las arenas movedizas, fijar los médanos y forestar el desierto hostil que era la costa atlántica en esos años, sin pensar siquiera que aquello se convertiría en la ciudad que es hoy.
¿Tal vez sean las formas de entender la cultura de cada habitante y visitante, o el proyecto cultural del municipio que, al ser gratuito, posibilita ser más inclusivo ?
La singularidad de los espacios también la hacen única: la Escuela de Cerámica funciona en medio del pinar, a metros del mar, a metros de la primera casa que construyó Carlos Gesell y de la cafetería que funciona en el antiguo lugar adonde reparaban las primeras máquinas que tuvo la ciudad, y a metros de la última casa que habitó, todas convertidas en museo. La Casa de la Cultura de Mar Azul también funciona en medio del bosque con actividades y talleres de diferentes temáticas, con una impronta de color y libertad, como es el espíritu que se vive ahí. Las exposiciones de los artistas geselinos van rotando por los espacios culturales de las instituciones, por talleres privados, por grupos de arte independientes o por espacios públicos. La actividad coral de verano que se desarrolla desde 1968 y a cuyos encuentros, durante el verano, concurren coros de todo el país, se desarrolla en el mismo bosque, en un anfiteatro natural. La iniciativa privada de la Fundación Mar de las Pampas en Concierto acerca la música clásica durante todo el año con músicos del más alto nivel nacional e internacional y capacita jóvenes en medio del bosque, al sur del partido.
¿Será la impresionante actividad teatral anual que pasa por el micro teatro, el teatro convencional y todas las formas de esta actividad varias veces premiada y elegida sede de encuentros desde hace años? ¿O será la consideración de la actividad cultural como un recurso turístico, inclusivo y económico?
Tal vez la respuesta sea que todos estos factores inciden para considerar a Villa Gesell una ciudad cultural, agregando la actividad artesanal como sello distintivo del distrito, la actividad constante de mosaiquistas, muralistas y escultores que van dejando sus obras en la ciudad. Esa mezcla del entorno natural con el espacio cultural le dan esa singularidad, unida a la mística del fundador, de la cultura hippie, el rock, y esa sensación de libertad que promueve la creatividad en todas sus formas. Considero que aquí puedo ver un acercamiento a aquello que la UNESCO expresa: “Hacer de la cultura un elemento central de las políticas de desarrollo es el único medio de garantizar que este se centre en el ser humano y sea inclusivo y equitativo”.
Por Maru Ulivi
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